martes, 15 de abril de 2008

Música en el tiempo


Quisiera ponerle música al tiempo o, al menos, coreografiar escenas de mi vida expresamente para ciertas canciones; casi como si viviera la vida en un musical. Bailar de camino al trabajo y, antes de dormir, repasar los pasos que me he inventado a lo largo del día. Desayunar cantando y vestirme mientras estiro. Batir el amor con fuetés y después tomármelo en una taza de café. Bailar un merengue “apalmbicha’o” mientras cocino, porque estoy segura de que es bueno para el colesterol, y uno bien afinca’o como digestivo.

Contar mis pasos de ocho en ocho, de seis en seis o, en ocasiones especiales, dedicarle el úndostres del vals a un chico vestido de traje de chaqueta. Quisiera sudar una salsa gorda todos los días con alguien que la sepa bailar en clave pero que tenga las manos suaves. Que me bailen un chachachá suavecito, sin mucha cosa pero con toda la intención. Cerrar los ojos mientas me dejo llevar por el brazo que llevo en la espalda y sentir el otro brazo acercándose a mi hombro y bailar un ratito abrazados.

Quisiera marearme de tantas vueltas hasta tropezarme sobre mí misma y llorar de la risa el resto de la canción. Acompañar mi llanto amargo con danza moderna, al son del Blues más cargado de emociones que se haya escuchado nunca, y bailar las suites de cello de Bach con un lirismo corporal que ya no tengo. Cuando esté triunfante, ser la prima ballerina de la Oda a la Alegría y, cuando tenga mal de amores, bailar al compás del piano de la sonata Quasi una Fantasía de Beethoven.

Saber que estoy enamorada cuando todas las canciones de Juan Luis guerra sean obligatorias y por la noche querer montar un pa de deux al son de mi propia música. Quisiera poder llevarme las congas a todos lados para poder tocarlas y que la gente escuche lo que siento cuando estoy alegre; y aprender a tocar el piano para que hable por mí cuando estoy triste.

Quisiera que el sol hiciera su entrada triunfante al firmamento al son de trompetas y que la luna, armoniosa, fuera elevada por las notas de un saxofón. Que, cuando esté en la playa y el sol esté radiante, suenen los acordes del reggae y nunca me falte la cerveza fría. Y, en la noche, alumbrados por una fogata y la luz de la luna, que sepan a vino tinto las cuerdas de la guitarra mientras cantamos las canciones de nueva trova que hablan de la vida, de la muerte, del amor y de la libertad.

Quisiera que la vida tuviera música de fondo para hacerla mejor, para que los sentimientos tengan más impacto y no nos olvidemos de sentirlos. Para que las escenas de amor den escalofríos y produzcan esa sensación de picor debajo de la nariz pero justo encima del paladar… eso que sientes cuando tu cuerpo sabe mejor que tú que todo marcha bien. Porque la música me habla y yo la entiendo, quiero que me ayude a entender este mundo que cada vez me suena más a ruido.

Una foto vale más que mil palabras...