jueves, 5 de junio de 2008

Miniatura

Creo que es porque soy grande, pero me encantan las cosas en miniatura. Las más bonitas son las que pertenecen en la cocina pero la gente las pone en curios para su exhibición. Una cucharita no brilla igual que sus hermanas mayores, pero no estoy hablando de la cuchara del azúcar, las que me gustan son las del juego del té. También la jarrita que se usa para calentar la leche, esa en la que no cabe más que para el café de dos personas. Estaría de más decir que también me ocurre con los zapatos, producto de mi atracción hacia ellos más el tamaño de mi pie. Por ejemplo, me fascinan los zapatos de punta afilada pero, al verlos en mi talla, parece que voy a esquiar en agua.

En el London Museum hay una exhibición de hermosos ejemplares de ropa de la época Victoriana. Sé que mi gusto por la vestimenta antigua ayuda, pero lo que más me atrae es que son pequeños trajes de señora de palacio que van acompañados de zapatos forrados de tela a juego y diminutamente proporcionales. Obviamente me gusta la ropa de bebé, esa que hace que parezcan señoritos, creo que mi pieza favorita son las converse para toddler.

Puede que responda a mi herencia hispano-caribeña y a nuestro afán por decir todo en diminutivo que me he hecho más sensible a las cosas pequeñas. A eso hay que añadirle la conciencia que tengo de mi gran tamaño. Así, casi todas mis amigas son pequeñas y las dejo aún más chiquitas cuando insisto en ponerme tacones. Ninguno de mis novios ha sido más alto que yo, aunque no lo quieran aceptar y se lo achaquen a mis zapatos. Esto explica el porqué tengo dos pares de cada zapato de salir en el mismo color; uno plano y otro de tacón alto. De esa manera, evaluando mis opciones, mi ánimo y acompañante, decido cuál ponerme.

Realmente creo que la naturaleza quiere que haya equilibrio, los chicos altos tienen novias hermosas, pequeñas, bite size. Los más bajitos son los que se lanzan a la aventura de cazarnos a las altas, llevan una chispa que sopesa sus centímetros de menos, son más ágiles y se contraponen a la típica torpeza del grandullón. Claro, las excepciones existen, y confirman la regla. Pero, ya que llegué de hablar de cucharillas a hombrecillos, digo que me encantaría que ese que confirme la regla, que supere los 180cm, que no sea tan torpe venga y se atreva a acercárseme porque temo que si viene uno de esos pequeñitos, bellos, babyface, lo que pase sea que me den ganas de meterlo en un curio y dejarlo ahí.

Realmente no estoy tan sola...


Realmente no estoy tan sola… aquí se te extraña tanto… ¿quién está contigo? Si ni siquiera estás tú. Tú sigues aquí, sin ti, conmigo. Sólo tú que estás conmigo y no te fuiste contigo.

Me quedé con lo mejor de ti. El recuerdo está conmigo, es lo único que tus estupideces no me pueden quitar. Te llevaste el cuerpo con lo malo, lo bueno lo tengo aquí conmigo y te lo quiero dar porque me duele que no lo tengas. Me duele verte y que seas otro, me molesta que no puedas ser el que quise. Tendrá que ser otro. Se me tendrá que quitar la nostalgia, porque ni siquiera buscándote en lo más profundo del recuerdo revivido pude encontrar lo que ahora sólo vive en el pasado, sólo es reminiscencia.

Te conocí, pero ya no te conozco, no te soy útil, no te sirvo para nada. Me conoces, quizás todavía sabes descifrarme, pero no me sirves en el presente ni en el futuro. La terquedad no me deja desestimar el recuerdo y claudicar. Mi subconsciente no me deja porque te sueña.

Soñé que salías con dos a la vez y que llegaste a mi casa y en un momento dado te pregunté por qué no escogías a una de ellas y te hacías realmente feliz, que te esmeraras en hacerla feliz. Ante ese comentario me contestaste que si quisieras ser feliz con alguien lo serías conmigo. Me sentí, en sueños, molesta, triste y dolida por cómo tirabas la toalla. Por cómo dejabas que tu vida pasara sin buscar mejorar, sin querer plantarte y lograr tus propios sueños y ambiciones.

No te preocupes, se acabó la “condescendencia”, es inútil ser sincero con el perro del hortelano. Inútil esperar que actúes para tu bien porque no veo bien en ti y me temo, que aunque es también mi pedantería, el bien que vi en ti me lo quedé. Egoístamente te lo exprimí y te dejé desamparado, vacío.

Parece mentira que todavía tenga días como hoy, que haya canciones que me hagan sentir así, que hagan que me contradiga. Prefiero pensar que no dejo de ser fuerte por pensar estas cosas, por soñar contigo, por sentirme sola y por sentirme acompañada de tus recuerdos, por echar de menos tu cariño y por, a veces, pensar que estoy en un callejón sin salida. No dejo mi fortaleza nunca, con ella espero abrirme paso lejos de ti. Reconocer que no volverás a ser el mismo y que de ninguna manera podré reconocer en ti, ni el pasado, ni el presente, ni el futuro.

Un día sí, un día no… a veces estoy más acompañada… pero ya no son 8,000 los kilómetros que nos separan; son más: es gente, experiencias, anhelos, peleas, abrazos, playas, camas, amigos. Lo que me queda es escuchar la memoria cuando ciertas cosas la desatan, en este caso ha sido una canción.

Una foto vale más que mil palabras...