Creo que es porque soy grande, pero me encantan las cosas en miniatura. Las más bonitas son las que pertenecen en la cocina pero la gente las pone en curios para su exhibición. Una cucharita no brilla igual que sus hermanas mayores, pero no estoy hablando de la cuchara del azúcar, las que me gustan son las del juego del té. También la jarrita que se usa para calentar la leche, esa en la que no cabe más que para el café de dos personas. Estaría de más decir que también me ocurre con los zapatos, producto de mi atracción hacia ellos más el tamaño de mi pie. Por ejemplo, me fascinan los zapatos de punta afilada pero, al verlos en mi talla, parece que voy a esquiar en agua.
En el London Museum hay una exhibición de hermosos ejemplares de ropa de la época Victoriana. Sé que mi gusto por la vestimenta antigua ayuda, pero lo que más me atrae es que son pequeños trajes de señora de palacio que van acompañados de zapatos forrados de tela a juego y diminutamente proporcionales. Obviamente me gusta la ropa de bebé, esa que hace que parezcan señoritos, creo que mi pieza favorita son las converse para toddler.
Puede que responda a mi herencia hispano-caribeña y a nuestro afán por decir todo en diminutivo que me he hecho más sensible a las cosas pequeñas. A eso hay que añadirle la conciencia que tengo de mi gran tamaño. Así, casi todas mis amigas son pequeñas y las dejo aún más chiquitas cuando insisto en ponerme tacones. Ninguno de mis novios ha sido más alto que yo, aunque no lo quieran aceptar y se lo achaquen a mis zapatos. Esto explica el porqué tengo dos pares de cada zapato de salir en el mismo color; uno plano y otro de tacón alto. De esa manera, evaluando mis opciones, mi ánimo y acompañante, decido cuál ponerme.
Realmente creo que la naturaleza quiere que haya equilibrio, los chicos altos tienen novias hermosas, pequeñas, bite size. Los más bajitos son los que se lanzan a la aventura de cazarnos a las altas, llevan una chispa que sopesa sus centímetros de menos, son más ágiles y se contraponen a la típica torpeza del grandullón. Claro, las excepciones existen, y confirman la regla. Pero, ya que llegué de hablar de cucharillas a hombrecillos, digo que me encantaría que ese que confirme la regla, que supere los 180cm, que no sea tan torpe venga y se atreva a acercárseme porque temo que si viene uno de esos pequeñitos, bellos, babyface, lo que pase sea que me den ganas de meterlo en un curio y dejarlo ahí.
