domingo, 21 de marzo de 2010

La espumita de la sal


Piernas Rojas que ya ardían salen pisando fuerte y arrastran consigo miradas temerosas; ojos que no pueden mirar por más de tres segundos. Una voz líquida detiene el trote y clava sus ojos en mis ojos... y aguantan, me hablan, me miran. Bajo una luna ausente, me piden profundos y salados ... NO. Sonrisas perfectas, enseñadas a mirar por generaciones de amazonas en la sombra, abren puertas que corren el riesgo de no cerrarse nunca... pero jamás lo sabré.

Mientras tanto, las olas siguen rompiendo en una playa lejana que se hunde en aquellos ojos que se amarraron al lustro de los míos. Imagino instantes futuribles que se quiebran con cada ola, con cada mirada silenciosa; y se re-crean con cada mirada alborotosa. El mundo es pequeño, me repito para tranquilizar el ansia de que me agarre la ola. Por momentos me arrastra la resaca y me devuelve a la orilla de un río muerto que huele a Sal y Olivos.

"Esa no soy yo", ¡pero cómo quiero serlo! - "Eso es lo de menos"... "no, no, no, no, no", ¿y sí?... quizás, ¡joder! pero no hay luna... "Lo más que puedo..." - "Lo menos que puedes..." Oportunidad trinitaria de redención que obtiene la única posible respuesta, siempre trina: sí, no, en otra vida... y se abren todas las ventanas.

El aire se carga de salitre caribeño que añora el mediterráneo y el frío de los mares nórdicos... salitre polivalente. Momento totipotente que ahora depende de uno sólo, ya no de mí. Cedí el control y cayó sobre mis hombros el peso de haber dejado pasar... quizás hasta echado a perder... una vida por esos ojos marinos en los que ahora nado quieta viéndolos desaparecer como la espumita de la sal.

Una foto vale más que mil palabras...