martes, 25 de enero de 2011

Sueño de un crepúsculo de otoño...


Ocho de la mañana de una noche larga del diciembre otoñal y abro un ojo sabiendo que dormiré más. Pienso que me faltas y te imagino a mi lado. Te respiro y te aprieto más hacia mí. Me imagino un beso, te imagino besándome. Me pongo boca abajo y vuelvo a soñar, pues durmiendo el tiempo pasa rápido y ya sólo quedan 4 días y un largo regreso a casa para que el resto de mi vida comience junto a ti.
A media vela, a medio crepúsculo invernal, te miro a los ojos y te vuelvo a decir: te quiero, quiéreme. Quiere quererme y no me sueltes nunca. Yo no dudo, nunca dudé. Me alegra saberte, haber conocido tu palabra dulce primero... pues no caduca, y así saber que en los embates de cualquier tormenta las hormigas nunca se comerán lo nuestro. Porque, aunque dulce, es duro y es fuerte.
Te quiero, te quiero con cosquillas debajo de la nariz y por las mariposas que se instalaron en mi ombligo desde que te leí en esas patitas de mosca que son las letras que me buscaron por twitter primero, skype... DMs, por ondas sonoras y capturas visuales que te acercan a mí y cancelan un Atlántico que amenaza absurdo pues sabe que no nos importa su presencia. El mar es el cuarto en la mesa, no el tercero en discordia. Junto a nosotros veo a Dios, lo siento de nuestro lado y en la cuarta silla de la mesa se pasean los problemas de uno en uno, de kilómetro en kilómetro, Dios los espanta porque nos conoce. Por eso no te grito, por eso no me gritas, por eso te preocupas porque no haya problema antes de acostarnos, cada uno en el huso que nos mece, y me preocupo porque el te quiero que te digo al cortar la línea virtual que nos pone en la misma habitación valga por todos los minutos que no voy a escucharte. Por eso te escribo estos no-versos, estas palabras, estas presencias que una a una quieren hacer un puente férreo hasta ti, hasta tu cama, hasta tus sueños y habitar contigo.
Te debía algo para leer... Aquí te lo dejo... Mientras tanto, te quiero y quiéreme que si no me marchito como la Margarita en invierno. Espero la primavera de tus brazos y el calor de tu mejilla.
Te adoro porque me llenas, llenas mi futuro de mis anhelos que ya no son míos sino nuestros.
Te espero más tarde, después de mis sueños, de mis logros y mis laureas, para revivirlos contigo contando las horas hasta nuestro encuentro. Hasta el encuentro en el que se unan tiempo y espacio y seamos uno... Seamos amores y seamos flor.
Esta mañana, quizás por el sueño, o porque escribo soñando, creo amarte, siento que te amo. Qué grande este comienzo, qué hermosa la canción que prologa nuestros caminos infinitos, ya destinados a unirse y a la espera de solaparse de una vez por todas.

Una foto vale más que mil palabras...