
Siempre recurro a estos temas... por primera vez entiendo a los poetas obsesionados con la rosa, el mar o la tierra patria. Estar alejada de mis letras me hace querer escribir de todo lo que veo pero, al final, la pereza puede más que el entusiasmo. Sin embargo, la cocina y las letras, para mí, siempre han mezclado bien. Hoy, escucho salsa clásica, bomba y plena... disfruto del aire fresco del final del verano sevillano mientras guiso un fricasé de ternera en la olla a presión. La voz de mi padre resuena en el fondo de mi alma junto con el olor del ocasional cigarro de algún transeunte que recorta los kilómetros con su aroma.
Cocinando un fricasé para mí sola, con un litro de vino blanco.
Suena a mi abuelo, a mis tíos y a mi papá.
Tienes que probar la olla podrida... Cómete un guineo... Te queda grande... Dicen los hombres de mi casa.
Cierro los ojos y bailo un bolero con abuelo y de postre un merengue con papi. Mi hermano Quique está sonando los cueros y Pepe ameniza en las cuerdas. Enio Andrés le pone la melodía al cuatro. Gabi prepara la siguiente canción para que Rei y yo la bailemos... miro hacia atrás y Ricky me sonríe con ojos risueños. Termina la canción y Gilbertito y yo nos tomamos un mojito mientras Tio Enio saborea el tinto trajo de su cava. A todo esto Juan Pablo me mira con ojos de payaso y se niega a bailar. ¡Qué suerte tenemos la nenas de casa!
El fricasé quedó perfecto, pero aunque me quemaba la lengua estaba frío porque no lo hizo mi papá.
Cocinando un fricasé para mí sola, con un litro de vino blanco.
Suena a mi abuelo, a mis tíos y a mi papá.
Tienes que probar la olla podrida... Cómete un guineo... Te queda grande... Dicen los hombres de mi casa.
Cierro los ojos y bailo un bolero con abuelo y de postre un merengue con papi. Mi hermano Quique está sonando los cueros y Pepe ameniza en las cuerdas. Enio Andrés le pone la melodía al cuatro. Gabi prepara la siguiente canción para que Rei y yo la bailemos... miro hacia atrás y Ricky me sonríe con ojos risueños. Termina la canción y Gilbertito y yo nos tomamos un mojito mientras Tio Enio saborea el tinto trajo de su cava. A todo esto Juan Pablo me mira con ojos de payaso y se niega a bailar. ¡Qué suerte tenemos la nenas de casa!
El fricasé quedó perfecto, pero aunque me quemaba la lengua estaba frío porque no lo hizo mi papá.