martes, 6 de julio de 2010

Their Way - A su manera




Este fin de semana descubrí que Sinatra y Shakespeare son una gran combinación; tan buena en el escenario como peligrosa para un corazón en mal estado. Un actor vestido con zapatos two tone y sombreros a lo Truman Capote cantaba Stardust antes de empezar Twelfth Night -ya no hacen a los juglares de esa manera. Hay muchas cosas que ya no se hacen como se hacían en los tiempos de Frank o William.- Fue un fin de semana de cinco días... de cinco porque desde el jueves hasta el lunes pensé en lo mismo, en el mismo. Trabajando se me apretaba el pecho y me daba miedo cerrar los ojos y revivir aquel penúltimo instante, siempre el penúltimo como la cerveza. Así el viernes, el sábado, el domingo y el lunes. No fue hasta que, hablando de Borges, encontré el final de la espiral, el punto de origen y destino. Descubrí, mejor dicho, me descubrieron, que las matemáticas y la literatura son más compatibles que el agua y el aceite -sólo hay que encontrar el contenedor correcto para mezclarlas: Ficciones.

De paso, descubrí que el inglés es mi lengua franca y que, a veces, lo puedo usar para rezar. Descubrí que el mundo es pequeño pero a la vez infinito si no hay voluntad. Coincidí en la fiesta de la independencia del gran coloso del norte en misa con un Yankee que hacía 11 años no venía a Oxford y que, por "casualidad", me dio una homilía personalizada -just for you-. Hablaba de que la cruz es nuestro hogar y que con él cargamos donde sea que estemos... menos mal. Sonreía mientras a mí me bajaban las lágrimas escuchándolo decir que las cosas tienen una manera natural de suceder y que no hay que forzarlas. Comentaba sinceramente, mientras yo sucumbía a su acento americano, que todo cae por su propio peso y cada vez más cerca. Gracias a él y a una colega caribeña encontrada tardíamente, descubrí que -frente a los que habitan la pérfida Albión- soy verticalmente Americana... de los dos continentes, su istmo y todas sus islas.

Sigo descubriendo que me encantaría escribir y expresarme en inglés como hago en español porque no quiero que algunos -uno, ese, él- se pierdan de lo que me inspiran. Para mi sorpresa, había subestimado la barrera idiomática que supone vivir y estudiar en un país angloparlante porque me consideraba bilingüe -no es que no lo sea, pero me cuesta-. En cambio, descubrí que puedo empezar a querer en inglés; para mi desgracia puedo querer querer en la lengua de Keats. Descubrí... y todo en un día, que puedo tener paciencia si estoy con la persona correcta y que esa persona existe en una o más de una manifestación ya no hipotética. Tuve entre mis manos y bailé con lo que hasta el momento había sido una esperanza. Me besaron con ganas y presente, como sólo suceden las cosas... en el presente.

Descubrí que no soy la única que escucha y piensa. Me atreví a decir en voz alta que estoy cansada de pretender que no me importa y cansada de estudiar, porque para estudiar no me puede importar tanto. Descubrí que soy cada vez más "nene", que cada vez me gusta más el fútbol, la cerveza, la bachata y guíar estándar. Que la salsa tiene mi misma edad mientras que para otra gente tiene sólo los años que llevan bailándola. Descubrí que me da nostalgia escuchar el acento puertorriqueño, porque ya ni me lo oigo a mí misma y que el acento dominicano me hace cosquillas en el paladar, justo debajo de la nariz.

Descubrí que el viejo mundo y yo no congeniamos bien aunque lo adore. Que los jóvenes que estoy buscando tienen que venir de tierras inmaduras porque sólo en ellas se puede tener la elegancia y galantería de un caballero fiel. Que hay de todo en todos lados y, por eso, el mundo tiene las barreras que yo le ponga. Descubrí que mi inteligencia es igual de atractiva que mis ojos y no tengo que tener miedo de decirlo. Descubrí en estas frías tierras que no voy contra la corriente porque conmigo van muchos otros. Desafortunadamente, aprendí que mis males aquejan a todo el mundo por igual, tengan 25 o 52 años.

Descubrí que las canciones de reguetón me dan la misma nostalgia que una salsa y que hay un merengue reguetoneao que parece que lo escribieron para mí. Probé a ver cuánto duraba el sabor de la perfección y aún estoy contando los días porque no lo consigo borrar. Descubro todos los días esquinas de esta ciudad milenaria en las que me da trabajo respirar y me tengo que agarrar el pecho para que el corazón no se me salga por los ojos. Descubrí que somos animales de costumbres y que según podamos ir captándolas nos hacemos cada vez más transparentes.

Me preguntaba que, si Borges se leyó el Quijote primero en inglés, el hecho de que escribiera en español fue un acto de voluntad y no una obligación "porquenolequedómásremedio". Por eso, quizás, su literatura es tan traducible, me comentaban ayer y yo impresionada porque un matemático esquematizaba sobre el escenario los planos de la Biblioteca de Babel con una mirada que bordaba en la locura muy similar a la que debo tener yo cuando hablo de Cortijo, la música y Puerto Rico. Entonces pienso: si estoy en el precipicio de una época en mi vida y no sé a dónde me voy cayendo ¿qué pasa si solamente estoy segura de que lo que quiero es tirarme, a donde sea pero de cabeza? ¿Será que esto es lo que da cuando una está por acabar el cuarto de siglo y emprender hacia el siguiente?

Entonces descubrí que las coincidencias no existen porque Shakespeare y Cervantes murieron el mismo día; no podía ser de ninguna otra manera, aunque las ciencias forenses modernas quieran desmentir este hecho. El mundo tiene una forma curiosa de agrupar las cosas, como decía el padre Joel el domingo: si nos mandan de dos en dos a predicar es porque necesitamos amistad y compañía -la palabra que usó fue companionship, y yo que me bebía las lágrimas-. Así descubrí que traducir al inglés es difícil pero quiero hacerlo. Que soy purista con las canciones que más me importan y que "My way" y "A mi manera" son canciones diferentes. Porque Frank Sinatra y Vicente Fernández no hablan el mismo idioma aunque son caballeros ejemplares: uno con sus zapatos de charol y su frac dril quinientos y otro con su sombrero y su bigote... pero ambos nos llegan al corazón a su manera.

Una foto vale más que mil palabras...