martes, 30 de marzo de 2010

El nombre del mosquito.


Si por casualidad duermes y sueñas que te acaricia la brisa y sientes que el rocío mañanero besa tiernamente tu mejilla y el aroma del café te hace cosquillas seguro sueñas que estás en Puerto Rico.
Estoy acostada y me salta el corazón... pienso una frase y digo, esta es buena, debería pararme a escribirla, pero tengo mucho... sueño... y me desvanezco en la almohada. Me salta otra vez... sí, sí...como diciéndome que me acuerde de escribir sobre los brinquitos que me causa pensar en..
Tengo la frase perfecta en la cabeza y me digo que tengo que hacer todo por recordarla tal cual para escribirla al día siguiente pero, en el fondo, sé que no me voy a acordar del todo y me saldrá algo más o menos fiel al sentimiento. ¡Qué problema, no me acuerdo! Siempre me pasa... pienso que esta vez sí me acordaré y que me saldré con la mía... ¡qué escurridiza es la pereza!

Ajá, volviendo al tema... tucu tucu, me aprieta el pecho así como se afina el cuero de una conga; así, así cruzado. Girando el tambor para que no se estire una parte más que la otra.

Tucu-tú, sí tú. Túuuu, no te hagas el estrecho... no te vayas.

¡Ay como me suena! Respiro hondo y abro los ojos porque cuando me sobrecogen las emociones no puedo evitar llorar si me estoy mirando. Cuando bailo un bolerazo tengo que cerrar los ojos porque me sobran los sentidos. En cambio, si me dejo llevar en la oscuridad del pensamiento por mis neurastenias, necesito un sentido más. Abro los ojos buscando una conexión con la realidad, anclar mi mente borracha para que no gire y evitar el mareo. Es que llorar durmiendo es síntoma ineludible de que estoy soñando con Puerto Rico o quizás con un tiempo futuro que, como no abra los ojos a la oscura realidad de mi cuarto, me lo empiezo a creer presente. Sí, tengo que mantener el control hasta en mi propia cama antes de dormir, ya no tengo edad para acostarme llorando ¿o sí?

A ver si me acuerdo de la frase... Si te aprieta el pecho... si muerdes tus labios... si estás intranquila... ya no hay que dudarlo... Estás ena.... ¡Para, para, páramelo ahí! ¿Yo? Nah... yo no tengo de eso. ¿O sí?... ¡anda ya!... ¡si son caprichos míos na'más! Si yo no necesito abrazar a nadie pa sentirme segura. But when he hugs me I feel safe -giggles- ¡JA! Ya quisiera yo. Venga ya, no me acuerdo. Todo lo que pienso me suena cursi, igual era muy cursi y entre el vilo y el sueño me parecía perfecto, pero, ¿lo cursi puede ser perfecto?... A saber...

Ok, último intento, esta vez en tercera persona omnipresente como nos enseñaron en la escuela:

Abrió los ojos y se llevó las manos al pecho como para que no se le saliera de sitio. Se encontró en la habitación que alquiló hace dos años para echar raíces en el país al que se había trasplantado ¿voluntariamente? y que en breve pondría en pausa a cambio de una isla-nación aún más al norte y aún más extraña. La cama sencilla se le hacía grande ante la sensación de que si volvía a cerrar los ojos, comenzaría a llorar un río que la llevase de nuevo al trópico canceriano que la acunó bajo la luna caribeña. Sólo pudo murmurar un Ay bendito tras un largo suspiro entrecortado. Pensó en él... como si no tuviera ya suficientes cosas entre manos como para echarse encima la empresa inalcanzable de un capricho. Sacudió la cabeza como para espantar una mosca. Ese pensiero que le rondaba la cabeza hace ya bastante tiempo y que se había situado lo suficientemente cerca del oído como para producir un zumbido ensordecedor que le era imposible aplastar. ¿Quién sabe si lo quería aplastar? al fin y al cabo no era un mosquito.

Pensó en todo el café que se había estado tomando casi como medicina en contra de la nostalgia, como si el café de su isla trajera consigo el elixir mágico de la humedad caribe. Recordó que a una de sus amigas le quitaron el café por miedo a que se le colapsara el sistema nervioso... a los 25 años. De nuevo volvió a sentir como se le hundía el corazón hasta la espalda y oyó su voz, me basta con ser el favorito de... ¿cómo? se preguntó para sí, ¿y ahora qué?... y maldijo su impaciencia. Tuvo que volver a abrir los ojos ya enrojecidos del sueño y las lágrimas contenidas, pensó en pieles suaves con las que nunca tuvo problemas. Vio las grandes ataduras fraternas de las que no fue parte por distancia y enajenación, pero esta vez no suya. Molesta se giró hacia la pared medio refunfuñando... echaba de menos que... ¡joder, otra vez ese zumbido! Ya no lo echó más de menos porque le parecía más interesante un porvenir incierto que un pasado ya pisoteado por los tacones que usaba para bailar salsa. En eso se propuso recuperar su acento desgastado por años de aculturación hispánico-europea, igual así... y se dormía de lado para que el corazón no se le saliera de sitio.

Otra vez boca arriba tuvo que tomar una bocanada de aire para llenar el vacío que había dejado en su cavidad torácica su corazón al pegar otro brinco. Vio los ojos hundidos de su hermano y sacudió la cabeza, esta vez consiguió espantar ese mosquito. Se acordó de que alguna vez estuvo con alguien que no podía dormir si sabía que había un mosquito rondando la habitación, le dio gracia. Riéndose sola, el corazón parecía serenarse, ese recuerdo le sirvió de marcapasos. Insipiró y, al exhalar, pensó en el mosquito que le quedaba por ahí. BBBZzzzzzz, se atrevió a ponerle nombre y decirle que ya lo cogería, pero hoy no... se dejaría picar esa noche. Entonces, se dispuso a soñar con trajes verde cerveza de seda salvaje, mimes azules y casas de playa montadas en un árbol con escaleras de cuerdas rojas y cañas de pescar.

Si por casualidad duermes y notas que una lagrima te brota seguramente es que yo sueño que camino por las calles de mi pueblo y en el ventorillo aquel de mil recuerdos revivió el ayer quizá llorando llorando..... llorando.....

Una foto vale más que mil palabras...