
Aquí con las uñas recién pintadas de Cherries Jubilee, pelo set, escuchando el concierto de Navidad de Andrea Boccelli me siento finalmente a cerrar el año en el blog antes de salir a dar gracias en misa por cómo he conseguido sobrevivir una año fuera de mi isla y alejada de mis hermanos a quienes no puedo parar de pellizcar y molestar desde que llegué.
El 21 de este mes me monté en un avión que parecía la guagua aérea transatlántica que hacía parada en Santo Domingo y su destino final, y el mío, era San Juan de Puerto Rico. Allí escribí a puño y letra lo que transcribiré ahora. Habría querido redactarlo directamente en la computadora pero fue imposible porque la dejé… quiero pensar que ella me dejó a mí allí en Sevilla, donde los guardias que miran que no haya ninguna bomba, líquido o perfume que les gustaría regalar en navidad entre nuestros motetes de viajeros incansables. Allí cogí mis botas, me las puse, cogí mi bulto y seguí andando. Allí se quedó con ellos y yo que no me di cuenta hasta que un angelito me despertó en medio de la meseta madrileña esperando a aterrizar para hacer mi escala hacia San Juan. Pensé que la había metido en el bulto automáticamente pero no. Caminando por la T4 hasta el último confín de Barajas movilicé a todo el mundo y conseguí localizarla en objetos perdidos del Aeropuerto de Sevilla. Definitivamente la esperanza es lo último que se pierde, como me dijo Giulia, y decidí que el año, aunque duro, me demostraba que todo pasa por una razón y por ello he tenido que esperar a que mis hermanos me dejaran usar la computadora de casa para escribir esto. Lo bueno, estoy de vacaciones de la computadora que llevo de apéndice desde enero que llegue a Sevilla para rematar mi tesis y se me ha ido infectando poco a poco entre viajes a Oxford y Bogotá hasta que ella misma se extirpó de mis navidades y me dejó en paz hasta que vuelva a Sevilla para las últimas horas del parto doctoral.
*** desde algún punto del Atlántico camino a casa ***
ENERO empezó con el prospecto de una relación sevillana y la idea de vivir en Europa por amor y profesión –o viceversa-. Cálido entró el año desde Puerto Rico, aunque el 12 de enero llegué a Madrid y el calor se fue; aterricé en Sevilla y el frío llegó al amor también. Afanes de independencia y la incompatibilidad de caracteres… probablemente por mi culpa… la cosa no avanzó y me encontré en una isla otra vez. Mi hermano Reinaldo estaba a mi lado y gracias a él la isla se hizo llevadera. Viajes fraternales me llevaron a Granada y luego más visita boricua a finales de FEBRERO rejuvenecieron una Sevilla mojada. Junto a Tania y las nenas recibí la noticia de que iría a Oxford por tres meses de estancia de investigación.
Llovía en Sevilla que no paraba hasta que entró MARZO. ABRIL, aguas mil y una Semana Santa recogida y familiar por la parte más manchega de Andalucía: Úbeda. Esos tres meses fueron un barco que atravesó la tormenta de desolación amorosa, de licencias y prohibiciones que desembocaron en una feria que serenó el corazón enamora’o a la antigua, como en la high, de un amigo que baila, escucha buena música y, por supuesto, es más alto que yo. Eso quedó en lo que era: amistad de la de verdad. Pero ya iba atreviéndome a querer… fue como un ensayo.
Amistades: unas se acercan y otras se alejaron… pero amistades al fin. El 2 de MAYO embarqué a Reino Unido creyéndome europea. No, pero no está en el espacio Schengen (menos mal que no estaría más de tres meses y que iría a Sevilla en varias ocasiones… a parte, el pasaporte azul nos abre casi todas las puertas… repito, casi). Allí me sentí más Caribe que nunca. Hacía el frío, en MAYO, que hace en Sevilla en ENERO. Así, por fin, aprendí a vestirme de invierno de una vez por todas. Me tomó 5 inviernos tiritando y 15 libras para amortiguar. MAYO, JUNIO Y JULIO supusieron el desarraigo desde el desarraigo. Llevaba años con un pie en el Atlántico/Caribe de Puerto Rico y otro en el Guadalquivir Sevillano. Finalmente sucedió que hice la maleta en mi piso para irme a un lugar al que me tomaba sólo 3 horas de avión llegar. Tuve que hablar inglés 24 horas al día y qué duro fue, mucho más de lo que pensaba. Estudiaba en bibliotecas hermosas donde se leía de verdad y el tiempo daba para trabajar hasta las 7 que me iba con amigos a beberme la cena (recuerden, 15 libras). Allí, la primera semana, encontré a Sophie… de nombre hermoso y español de España heredado por vía materna como todas las lenguas. Francesa, amante del queso, el chocolate, Sex and the City, los libros del Siglo de Oro y de los que son de siglos más prosaicos. Con ella hablaba español del que aprendí en la Península; ese que llevo hablando 5 años. Gracias a ella fui la única que no hablaba francés entre amigos y nunca me sentí left-out; es más, descubrí que me gusta y que el Caribe necesita que yo lo aprenda. Con ella vi el mundial mientras comíamos nuestra versión de frutas: cualquier dulce de sabor a fruta i.e. Skittles. Por ella fui al Reading Group del Siglo de Oro y viví las mejores experiencias Oxonianas. Leer a Góngora detrás del Duke Humphries en el patio de Exeter College donde estudió Tolkien. Hablábamos en inglés sobre las realidades españolas y conocí a Ismael. Qué sorpresa enterarme que es un Black Friar, monje dominico que me dio mucha fuerza en medio de tanto terremoto académico. Recuerdo con mucho afán nuestras conversaciones, en español por supuesto, sobre Sevilla, lo divino y lo humano. Gracias a él vi que los hombres de Dios son tan humanos como lo fue Jesús; tan humanos y tan cerca de Dios. Las misas en el convento y monjes cantando le dieron variedad lingüística a mi vida espiritual. Jamás podré rezar en otro idioma que no sea el español. Entre esas misas y las del Oratorio –el mismo al que iba Tolkien- que eran en latín, no hubo pausa en mi corazón para con Dios.
El verano me llevó un par de veces a Sevilla, papeleo y mi cumpleaños me devolvieron a mi gente. Claro que me costó irme de Oxford, pero una vez puse pie en el calor asfixiante de Sevilla supe que había tomado la decisión correcta: Bailaría Salsa por mi cumple con gente que entendiera las letras. Uff, la salsa, mi refugio por excelencia. En Sevilla primero, luego en Oxford fue la forma de curarme del frío. El primer sábado que fui a bailar conocí a Emma, otra francesa de amistad verdadera y duradera. Me sacaba a pasear y siempre con salsa como telón de fondo. A esas amistades francesas hay que añadirle a Ouday, mi compañero de piso en la casa de la Señora Elphick… la de ella es otra historia para otro día. Ouday se convirtió en mi hermanito pequeño: Geeky, de padres de la India y nacido en Francia… sí, vivía con la versión funcional de Raj, el de Big Bang Theory.
Mi cumpleaños fue mítico, comenzando por el prospecto de España ganara el mundial de fútbol –y así fue-, hasta la salsa que bailamos. De haber visto los partidos en Oxford rodeada de ingleses, alemanes, portugueses, suizos, griegos… España llegó a la final y ganó… yo estaba en Sevilla en medio de la celebración; paréntesis inolvidable en mi verano en Inglaterra.
Poco antes, en JUNIO, fui a Bogotá en otra escapada a casar a una gran amiga y compañera en lides doctorales: Mayte. Vivimos amores y desamores juntas en Sevilla desde el primer año de mi doctorado en Literatura y el de ella en Derecho Internacional. La cara de felicidad que tenía el día de su boda fue inolvidable y me hizo volver a creer en el amor de verdad; en el que da igual dónde uno esté. Si Sevilla y Bogotá no fueron un impedimento para ellos, para mí tampoco lo serían. Aún faltaron meses… pero no lo serían. Por ello intenté querer en inglés, con un americano primero y desde el momento en que pensé que era el hombre perfecto lo salé. Sin embargo, me sirvió de escuela para la sensatez que me estaba faltando. Me enseñó que yo era Date-Material y que no debía conformarme con nada menos de lo que yo me merecía. Luego, con un inglés que resulto interesante aunque indescifrable... para complicada yo… y creo que con los años me he ido simplificando a pasos agigantados. Volviendo a Bogotá, en ese viaje conocí el continente hispanoamericano por primera vez –con perdón de Brasil-. ¡Eso sí que es una megalópolis! ¡Siempre aprendiendo para tesis! Boda, baile y ver a mis padres en Colombia me recargaron las baterías a la vuelta de Oxford. Parón necesario en lo que pintaba ser un verano sin playas y sin Puerto Rico… sin verano.
Oxford se acabó después de mucho estudiar, bailar salsa, punting, y conocer a la versión dominicana de mí misma: Sarah. Amante de la literatura, la música, la comida y tan lejos del Caribe como yo. Ambas con ambición grandilocuente y nostálgico ímpetu de ayudar al Caribe. Un 5 de JULIO nos reconocimos para nunca acabar.
AGOSTO fue un desierto. En casa con amigos a la hora de comer y libros el resto del tiempo mientras afuera quemaban los 50 centígrados. Se me secaron los pensamientos distraídos por lo que pasaba al otro lado de los charcos, con mi corazón ahora entre Puerto Rico, Sevilla y Oxford. Con gente en todos los lugares a los que voy dejando trocitos de mí. Sinceramente no sé si pueda seguir repartiéndome. SEPTIEMBRE empezó con un final inglés y un comienzo hispanoamericano. Preparando la clase del semestre, la tesis y dos congresos sobre independencia (o su ausencia en el caso de Puerto Rico) y sobre el Caribe en Oxford donde regresaría a trabajar por 10 días. Llevé a mí Rodríguez Juliá a la Pérfida Albión donde nadie concibe el Caribe en español. Mi vuelta fue impactante; la ciudad idéntica y la gente también, otra vez yo cambiada… reafirmada en lo que quiero y así alcé la bandera Caribe. Nadé las lluvias Oxonianas con Sarah y un par de jamaicanas espléndidas. No pude ver a Amaranta… aquella gótica madrileña que trabaja la Celestina a quien quise besar cuando me dijo su nombre meses atrás en la biblioteca Taylorian de la Facultad de Lenguas Modernas de la Universidad de Oxford y con quien fui a ver Rocky Horror Show, pestañas postizas incluidas. Pude ver a Emma y a Sergio en la salsa para ayudar a calentar la sangre, una en francés y otro, maño. Así se cerró el capítulo Inglés, me despedí de la ciudad de C.S. Lewis y los Hobbits y de todos los Geeks que me hacían sentir como en casa. Ellos no podían creer que gente como Sophie y yo fuéramos ventanas a un mundo que la Universidad Oxoniana se había tragado. Éramos tan nenes como ellos y así de descomplicadas.
Así me despedí de las esquinas en las que creí haber encontrado al hombre perfecto… aquel que me devolvió a Sinatra y le dio sentido verdadero a los remakes de Bublé, pues qué es el amor si no rehacer la historia una y otra vez, cada quien con su timbre particular. Jamás pensé que todo esto llevara a construir lo que otro se encontró en un blog, este blog, y se atreviera a tirarse a la piscina… esta vez él y no yo… y encontrar agua al otro lado de un BlackBerry, a través de 140 caracteres.
De vuelta y de lleno en Sevilla, las clases sobre vanguardias hispanoamericanas consumieron todo mi tiempo; Huidobro, Vallejo, Neruda, Palés… y pidiéndole por favor a los estudiantes que leyeran, llegué a un DICIEMBRE Caribeño de jornadas literarias de las que aún me estoy recuperando y la tesis lenta en el trasfondo constante de mis pensamientos. Para la semana caribeña que organicé con mi jefa vino Sarah a quedarse en casa. La alegría de tener una casa llena por dos semanas. Sophie que vino a pasar la Inmaculada y ver llover en Sevilla. Sarah que trajo con-con de leche y pasó más frío con sol que en Inglaterra. Amigas en Sevilla y a lo lejos amigas en Puerto Rico que ya me hacían demasiada falta… contaba los días para llegar a mi casa y respirar aire que huele a cerrado y humedad digna de un barco pirata.
Pensiero alegre y enamora’o, pues a fines de OCTUBRE, cuando me preparaba para salir a Madrid/Salamanca a visitar a Sophie en sus andanzas universitarias salmantinas y a ver a Michael Bublé por recomendación de Edmaris, un caballero se atrevió a preguntarme sobre mí, mi blog, mi vida y mi corazón. No tomó mucho –sólo muchas horas por skype- para que el 30 de NOVIEMBRE viéramos que nuestra búsqueda había terminado al encontrarnos. Hoy –desde el avión- 21 de diciembre voy rumbo a Puerto Rico en un Airbus 340 de Iberia para verlo en 3D por primera vez mañana 22 y el resto será historia –y es historia, de las de verdad- esa historia que espero reescribir de una vez por todas.
A todo esto, en Puerto Rico la universidad de Puerto Rico sufrió 60 días de huelga, y sufre actualmente una hemorragia de sentido común y ataques de mala fe gubernamentales. Mi hermano me confesó a principios de MARZO que se sería papá en NOVIEMBRE y nos haría tíos a los 8. En OCTUBRE 15 me hice tía de un Gilberto Daniel Torres Rodríguez que era más nombre que cuerpecito hermoso y no lo pude conocer hasta ahora. Mis padres se hicieron abuelos y no pude estar, y mi abuelos, bisabuelos. De mis hermanos, el más pequeño de los varones: Ricardo, sufrió con gravedad los growing pains y 24 tornillos en 12 vértebras que le han hecho más alto, más esbelto y más hombre a los 14 años. Todo esto y más… y yo al otro lado del Atlántico jugando a hacer doctorados. Ahora, incluyendo amores, se me hace muy difícil considerar vivir tan lejos de ellos. No me quiero perder cómo crecen las nenas, darles consejo en persona, estar con mis primos y crecer con mis amigos. Estos 10 días que han pasado desde que aterricé en el SJU han sido prueba contundente de que no me puedo ir indefinidamente de la isla… la voz ronca de tanta fiesta, cantar y amigos es la evidencia de que aquí tengo un sitio siempre, una familia que nunca falla y amigos irremplazables a los que no puedo desatender… esos amigos que tanto extrañé todo este año, así… dolorosamente… y que por ellos dolorosamente dejaré -y me costará- la familia que me he creado en Sevilla.
Hoy vuelvo más Caribeña que nunca, con C mayúscula, al Caribe que no me bañaba desde hace un año. Más Sevillana que siempre y más enamorada que…