domingo, 10 de mayo de 2009

¡Mi mamá me ama!


Preparado para la homilía del día de las madres 2009.

Buenos días a todos y felicidades a todas las madres en su día. Para los que no me conocéis, soy Diana Torres y les estoy hablando desde Sevilla, donde hago mis estudios doctorales. Desde aquí mando un beso y un abrazo a mi mamá: Lirio y a mis abuelas y tías que me estarán viendo. En especial, también a mi madrina Nanita quien me ha dado la oportunidad de dirigirme a vosotros en este día tan bonito en el que celebramos a nuestra madre.

Todos sabemos que madres sólo hay una. Es por eso que una vez al año nos detenemos para honrarlas de una manera especial. Y, qué mejor mes que en el mes de María, nuestra santísima madre. En mayo, los católicos centramos nuestras miradas hacia la madre de Jesús… la madre por excelencia. San Josemaría decía: “¡Madre! –Llámala fuerte, fuerte.- Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias: y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha.” Desde lejos cuando las cosas se ponen complicadas, ¿cuántas veces decimos ¡quiero estar con mi mamá!? Buscamos el regazo materno de la misma manera que le rezamos a María porque la madre tiene un don de consejo único y nos conoce mejor que nadie… por eso siempre tiene la palabra justa y el gesto cariñoso.

La mujer lleva consigo el poder de dar vida y con ello la responsabilidad de hacerlo bien. Mi madre, mi mayor ejemplo junto con María. -y para mí es un orgullo hablar de mi mamá y de María en la misma oración- lo ha hecho estupendamente. Nueve veces ha dado vida, un pedacito de su alma lo ha entregado a cada uno de nosotros. Como la mayor y además mujer, puedo decir que desde la adolescencia me he sentido como su ayudante consorte, especialmente con mis dos hermanas pequeñas. Sólo puedo esperar ser tan buen ejemplo para ellas como mi madre lo ha sido para mí. En esos años conflictivos de “teenager” recuerdo que a veces me molestaba que me dijeran que tenía que ser un ejemplo para mis hermanos, especialmente si tenía que ver con los famosos –Mami ¿puedo salir con no sé quién, o me puedo comprar un no sé cuánto?-. Ahora, años después lo entiendo perfectamente y se lo agradezco en cantidad.

El amor de madre lo puede todo. De pequeña siempre me enseñaban que María era como mi mamá en cuánto se refería a nuestro trato con Dios. Nunca se me olvidará, además porque lo tengo por cierto, cuando me enseñaron que María es la intermediaria entre nosotros y el Padre. Me dijeron –Es como cuando quieres pedirle algo a tu papá y primero vas donde tu mamá. “A Jesús siempre se va y se “vuelve” por María”, decía también San Josemaría. En Caná fue María quien perseveró hasta que Jesús hizo su primer milagro. Las asperezas de los hombres se suavizan fácilmente con la mano de la madre.

-Madre ahí tienes a tu hijo, hijo ahí tienes a tu madre- Le dijo Jesús desde la Cruz a María y a San Juan. La figura materna es tan necesaria que es instintiva. Cuando nos bautizan nos dan unos Padrinos para ayudar a nuestros padres a criarnos en la Fé. Para mí es un honor llamarme como mi madrina Diana, otra de las madres excelentes que tengo en mi familia. Luego cuando uno se confirma escoge un padrino, en este caso tengo a Nanita, quien me acompañó en mi reafirmación como católica y con quien comparto una bella labor apostólica dentro y fuera de la parroquia. Mis dos madrinas son madres y ¡qué madres! Imaginaros cómo me sentí cuando Ileanita me pidió que fuera su madrina en su confirmación. ¡Qué ilusión! Tener una ahijada, otro importante entrenamiento para cuando me toque ser madre.

En la distancia se me hace inevitable rodearme de figuras maternales. Si mi madre y mis madrinas no están, figuras como ellas se vuelven indispensables. Busco sus virtudes en las mujeres que me rodean. Mi jefa y mentora no puede ser más maternal porque es imposible. Tiene la disciplina que mi madre me inculcó pero a la vez la dulzura y compasión que me brinda incondicionalmente. Recientemente he conocido los padres de una amiga Sevillana y qué hermosa familia tiene. Me recuerdan tanto a la mía que me siento muy a gusto con ellos. Tan pronto llegué a su casa me acordé de mi madre –Hay que saludar a la señora de la casa- y eso hice… de alguna manera sé que ese respeto a la familia y a los padres de mis amigos lo he aprendido de mami y es la razón por la que ellos, los padres de mi amiga, se han volcado conmigo.

Los domingos son los días familiares por excelencia, ir a misa para mí es vivirlo en familia, cuando no puedo estar en de Barbacoa en Palmas o en Cristo Redentor cantando con vosotros, en la Iglesia me siento como en casa. Desde que vivo en Sevilla, la Madre Iglesia ha sido mi refugio. Mis padres, en especial mami, me han inculcado una fuerte fé católica y por una horita en misa estoy siempre con ellos. Es muy fácil dejarse llevar por el sentimiento y la nostalgia pero con el tiempo me he dado cuenta que cuando voy a la Iglesia, no sólo los domingos, estoy con mi familia; con Jesús, José y María a quienes doy el corazón y en alma mía, quienes están siempre conmigo y en quienes mi alma descansa en paz.

De nuevo quiero felicitar a las madres, porque se lo tienen muy merecido y agradecer a María porque en ella tenemos todas las respuestas. Además me consta que no soy la única que desde lejos se ha detenido para mandar un mensaje cariñoso y alegre a las madres que están aquí presentes. Espero que lo disfrutéis tanto como yo he disfrutado enviaros este humilde mensaje.

Una foto vale más que mil palabras...