jueves, 14 de agosto de 2008

Almas Gemelas



No es porque en el amor no las haya, pero creo que he encontrado la mía y aún sigo soltera. No fue amor a primera vista, sino un reconocimiento tardío de nuestra compatibilidad. Muchas coincidencias juntas y demasiados temas de qué hablar. Encontramos apoyo incondicional para nuestros respectivos planes, cuando mucha gente puede que se acogiera a la quinta enmienda. En fin, sin darnos cuenta nos volvimos mutuamente indispensables. Creo que, no por falta de malos entendidos, aun no hemos tenido nuestra primera pelea.

Somos absurdamente complementarias. Una es alta, la otra bajita. Ella hace belly dancing y yo todo menos eso. En ella he encontrado el zafacón para todo el conocimiento inútil que tengo. Y ella deposita en mí toda la sabiduría cósmica que no he tenido la oportunidad ni la visión para adquirirla. Todos los días tiene una aseveración tan cierta, tan basta que merece ser citada por las próximas dos semanas. Es la creadora y yo la crítica, tanto en oficio como el realidad.

Comemos de todo y de alguna manera hemos llegado a que nos guste la cocina, ella en los arroces y yo en las pastas. Disfrutamos de un buen vino igual que odiamos la cafrería. Nos empujamos mutuamente a no tirarlo todo por la borda y dormir el resto de la eternidad. Soñamos con ser ricas en el futuro y el día a día nos vuelve impacientes. Además, sufrimos la misma "claustrofobia insular". Sin saberlo, coincidimos en nuestra formación universitaria hasta el día en que nos conocimos por segunda vez. Momento en el que, inevitablemente nuestras vidas se iban haciendo geográficamente distantes y complicadas. Es tal nuestra comunión que no tenemos que explicar las cosas.

Me apena que más de la mitad del tiempo se convierte en palabras y sonidos, que no podemos compartir y que nuestros sueños nos separen por ahora. Me alegra saber que, por ello, no tiene que dejar de estar en mi vida. Que siempre estará y será. Que está de mi parte, hasta cuando cree que no tengo la razón. Que es mi amiga por encima de otras cosas y que confiará y confiaré ciegamente en que hará lo correcto para protegerme y enseñarme. Que este miedo que siento es sólo una fase dictada por cosas que no podemos evitar y por momentos truculentos en nuestras vidas donde el silencio es lo que nos une. Me necesita para localizarse físicamente y yo para encontrar mi camino entre la maleza de mis pensamientos. La necesito tácitamente tanto como ella me dice que me extraña. Ahora que me ahogo más y más es quién único me sabe llevar a la superficie sin ahogarse conmigo.


No sé dónde estaba cuando ocurrió la coincidencia que nos llevó a ese salón donde nos vimos por primera vez, dónde se desató la cadena de eventos que nos devolvió al aula fría en la que nos sentamos cerca y empezamos a hablar porque nos parecía que nos (re)conocíamos. Pero agradezco a la suma de casualidades que es la vida que nos dirigiera a donde estamos ahora y, aunque sigo echándola de menos, podemos compartir nuestro camino. Ella la pluma y yo la hoja.

domingo, 10 de agosto de 2008

Cucaracha en baile de gallinas


Algunos puertorriqueños quisieran escapar porque las cosas están malas, otros quieren conocer mundo, ir de vacaciones, aprender otro idioma, trabajar y ganar un buen sueldo... Pero sentirse como un extraño en su tierra sólo lo conseguimos unos cuantos. Yo me fui sin escapar. La marea me llevó al otro lado del Atlántico y después de probar la vida mediterránea una vez, recaí. No es fácil asimilarse... siendo extranjera, me siento extraña 24/7. Pasan los años y la otredad se hace parte de uno, del propio lenguaje y pensamiento. Evidentemente te empiezas a acostumbrar y a sentirte segura dentro de lo extraño.

Es cierto que esta es la primera vez que estoy "de visita" en mi casa. Eso conlleva que te atiendan especialmente porque eres la novedad... pero lleva consigo la sensación de estorbo. Cuando ya no eres la novedad de los primeros días, te conviertes en una cosquillita en la parte trasera del cerebro de los demás, que no pueden hacer más que seguir con sus vidas de las cuales tu estás permanentemente ausente. La costumbre lleva una inercia que te desplaza y la soledad te azota. Así como llego alérgica a la sangre ensalitrada del boricua hasta que salgo de la anafilaxis porque se me salan las venas, soy alérgica sin cura a la soledad. El mayor síntoma de ello es que me pongo tremendista y profundamente triste.

Supongo que todo es parte del paso del tiempo, el crecimiento de las responsabilidades y la necesidad. Los círculos sociales se vuelven claustrofóbicamente pequeños y los momentos de esparcimiento son un lujo que el salario no te permite salvo ciertos fines de semana, horas de "break" y días feriados. Los cumpleaños se vuelven obligaciones y las cenas, un estrés. Los deberes laborales son una de las pocas cosas que sabes que no te abandonarán y que más te vale no defraudarte a ti mismo porque si no ya si que te quedas más solo que la una. Al menos los míos los he escogido yo y tengo que placer de disfrutarlos, cosa que no mucha gente puede afirmar.

A veces me aterra aferrarme más a mi familia porque cuando me voy es devastador. No quiero dejar de pensar en cómo son las cosas y cuáles son mis responsabilidades porque si me envuelvo y me la paso demasiado bien lo echo tanto de menos que me enfermo en el otoño y echar de menos aquí a los que echo de menos todo el año es intolerable. Comer, escribir y dormir no son suficientes para mí, así cualquiera se transforma en cucaracha. Fácilmente te reduces a ser: La que estudia en Sevilla, interesante al principio, pero de poca resistencia de atracción. Las posibilidades de relaciones a largo plazo son casi inexistentes porque, no es que tenga un flight risk, es que tengo el billete de avión comprado. Cuando estoy, suelo estar tan available que las semanas de visita se me vienen encima y no las aprovecho. Me paso quejándome (que raro...) y en negación cuando ya me queda menos de un mes. En el fondo, temiendo que esos cuatro gatos que habitan mi círculo, se resignen a la idea de que no estoy, que no quieran volver a aferrarse para que mi iminente partida les haga menos daño. Así es, tengo miedo. No puedo evitar sentirme como una cucaracha en baile de gallinas.

Una foto vale más que mil palabras...