
Te quedaste sin una seña en mi calendario;
pasaste desapercibido de mis letras hasta ahora
que te escribo unas palabras para recordarme
de lo que pudiste haber sido,
de lo que pude haber sentido.
Acepto el haber sido egoísta, no sé hacer más.
Fui siempre con cautela buscando el fallo
Hasta que lo encontré, quizás en ti…
Quizás en mí.
¡Qué manía la mía de coger manías!
¡Qué afán el de rebuscar!
De apuntarlo todo, de observar.
De querer pensar primero
que dejar al corazón actuar.
Sin embargo creo que contigo fue diferente,
por racionalizar, precisamente.
Sé que te di el beneficio de la duda,
sé que no le di importancia a las tonterías
que a la postre cayeron una a una en su lugar.
Un lugar oscuro, cuadriculado, en el que te coloqué
para que no me molestaras cuando te dijera
que con las personas que caen en mi libreta de matemáticas
no puedo hablar de corazón.
Tú hablabas en cámara rápida,
yo lo veía todo en cámara lenta.
No podía dejarte esperando a que llegáramos a la vez
porque no íbamos al mismo lugar.
Cuando te sentías espontáneo,
yo te sentía artificial, prefabricado;
malamente ensamblado tu hablar.
Era incapaz de percibir la gracia…
¿realmente crees que tenía gracia?
… Entonces, al tiempo, miré mi calendario
lleno de anotaciones y vi tu tiempo vacío,
¿qué me dio para no escribirte?
Quizás no erré en dejarte…
No hay comentarios:
Publicar un comentario