lunes, 10 de marzo de 2008

Desde Puerto Rico en Adviento... la semilla.

Escrito el martes 4 de diciembre de 2007

Hace justo dos meses que me monté en un avión de camino a mi casa en Sevilla. De camino a lo que, durante todo el verano, llamé mi casa sin saber lo que estaba diciendo. No pasó un mes y ya necesitaba estar en Puerto Rico, en mi hogar. Por momentos era la nostalgia familiar, en otros era la proximidad de las fiestas navideñas y, en muchas de las ocasiones, echar de menos a los amigos que tanto bien me hicieron durante el verano. El día antes de irme Edmaris me decía, "no te digo que te quedes, que no te vayas, porque si yo fuera tú no pensaría dos veces el irme a vivir a España." Pero ante mi primer titubeo sobre si regresar temprano o no ella me decía que no lo pensara y que acabara de llegar, que estaría mejor aquí. Supongo que en última instancia tenía razón, como siempre. Paola, mi compañera de piso en Sevilla y gran amiga, me decía que si iba a estar mejor en mi casa, que si entre los pros y contras Puerto Rico en Navidad se llevaba los puntos, pues que me fuera. Finalmente mi madre y mi tutora me encontraron en un estado de letargo tal que apoyaron mi regreso temprano a la isla; siempre y cuando trabajara desde acá.


Esos dos meses que parecen un año, como mi abuela me decía, más que un período de investigación académica fueron un espacio de introspección personal necesario para centrarme en mi propósito, tanto profesional como individual. Supongo que surgen de mi necesidad intrínseca de estar inconforme, para bien o para mal, siempre inconforme. A veces quisiera poder conformarme fácilmente con las cosas, pero no sé si es la terquedad o el perfeccionismo o qué. Estando en Sevilla añoraba el desastre de mi casa, la calidez de mis hermanos (incluyendo sus gritos y pestes), el calor de Puerto Rico, la sensación de que las navidades ya estaban aquí... en fin, un sinnúmero de cosas que son imposibles de tener tan lejos del terruño propio. Ahora veo cómo, estando en Puerto Rico, echo de menos la privacidad de mi piso, las tertulias con mis compañeras y vecinos del complejo, la ropa de invierno (aunque no él frío); pero algo que no echo de menos es la soledad que se puede llegar a sentir entre cuatro paredes frías y muchas veces vacías. A veces me sentía tan sola que no me podía ni concentrar para estudiar.

Lo que me lleva a pensar: será todo esto sólo excusas para no hacer algo que no me llena del todo (comenzar con mi tesis) o es un momento que debo superar para poder trabajar con la investigación? Mis compañeros del doctorado y mi tutora coinciden en que éste es el momento de tanteo y dudas, que se siente como perder el tiempo pero que realmente no lo es. Pero cómo uno sabe si realmente no se está engañado y no está perdiendo el tiempo? Sólo el tiempo y los resultados dirán, y para mí, inconforme y para colmo acelerada, es muy difícil de tolerar... siempre siento que vivo con prisa.

Ahora que estoy en Puerto Rico, que he puesto los árboles de navidad de mi casa (sí plural, son tres); que he visto el especial del banco popular con mi familia; que me ha dado frío con los setenta y tantos grados que hace aquí de tarde; que he tomado coquito; que voy a cantar con el coro de la iglesia... y todas esas pequeñas cosas que definen la tan importante navidad puertorriqueña y que creía que me curarían de mi despiste académico, me encuentro de nuevo en el principio. Aquí, sinceramente, sin saber de qué escribir la tesis y sin muchas ganas de investigar, sintiéndome profundamente culpable de no llenar las expectativas de todos los que me tienen en alta estima; inconforme conmigo misma.

El domingo pasado inició el adviento, el comienzo del año litúrgico para los que comparten mi fe, y con él pido que comience de una vez mi trabajo. Que esas navidades que tanto esperaba y que nos estamos preparando para celebrar vuelvan a la semilla (como escribía Alejo Carpentier), al origen... las fiestas de la luz, la luz que para nosotros significa el niño Jesús. Qué él me traiga la fortaleza para no hacerme quedar mal ante mí misma y la fuerza de voluntad para empezar, ya sea en este lado del charco o el otro; siempre que aproveche al máximo el tiempo que tenga en cualquiera de mis dos ciudades.

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